quinta-feira, 25 de setembro de 2014

A mão pesada de Francisco (II)

Até que não demorou muito para o peso da mão de Francisco ser sentido, de novo. Parece mesmo que o avanço modernista está se acelerando. O resultado da Visitação Apostólica culminou na decisão do papa Francisco em destituir Dom Rogelio Livieres, bispo diocesano de Ciudad del Este. Talvez, seu substituto (até agora, Admnistrador Apostólico) atenda mais ao perfil da Teologia da Libertação paraguaia. Em uma nota bem polida, o autoritarismo faz-se sentir. Típica característica dos regimes populistas.
Dom Livieres se recusou a renunciar, mas acatou a decisão papal, embora não tenha conseguido ser atendido pelo mesmo, como se vê no comunicado da Diocese, transcrito abaixo, logo após o comunicado da Santa Sé.
Em seguida, a carta do referido bispo ao cardeal Marc Ouellet, prefeito da Congregação para os Bispos.


            Dopo l’accurato esame delle conclusioni delle Visite Apostoliche compiute al Vescovo, alla diocesi e ai Seminari di Ciudad del Este, da parte della Congregazione per i Vescovi e della Congregazione per il Clero, il Santo Padre ha provveduto all’avvicendamento di S.E. Mons. Rogelio Ricardo Livieres Plano e ha nominato Amministratore Apostolico della medesima sede, ora vacante, S.E. Mons. Ricardo Jorge Valenzuela Ríos, Vescovo di Villarrica del Espíritu Santo.
            La gravosa decisione della Santa Sede, ponderata da serie ragioni pastorali, è ispirata al bene maggiore dell’unità della Chiesa di Ciudad del Este e alla comunione episcopale in Paraguay.
            Il Santo Padre, nell’esercizio del suo ministero di "perpetuo e visibile fondamento dell’unità sia dei Vescovi sia della moltitudine dei fedeli" (L.G. 23), chiede al clero e a tutto il Popolo di Dio di Ciudad del Este di voler accogliere i provvedimenti della Santa Sede con spirito di obbedienza, docilità e animo disarmato, guidato dalla fede.
           Inoltre, invita l’intera Chiesa Paraguaiana, guidata dai suoi Pastori, ad un serio processo di riconciliazione e superamento di qualsiasi faziosità e discordia, perché non sia ferito il volto dell’unica Chiesa "acquistata con il Sangue del suo proprio Figlio" e il "gregge di Cristo" non sia privato della gioia del Vangelo (cf. At 20, 28).

COMUNICADO DEPRENSA DE LA DIÓCESIS DE CIUDAD DEL ESTEJueves, 25 de Septiembre de 2014 12:26


           Mons. Rogelio Livieres Plano mantuvo esta semana dos reuniones en Roma en la Congregación para los Obispos, donde se lo instó vivamente a que renuncie a su cargo por la falta de unidad en la comunión con los otros Obispos del Paraguay. 
            A pesar de solicitar ver los resultados escritos de la Visita Apostólica, nunca le fueron mostrados. Tampoco se accedió a su pedido de ser escuchado y hablar con el Papa para poder defenderse y aclarar las dudas que hubiere.
           Por respeto a su conciencia frente a los deberes que le tocan como Pastor de una Diócesis que, gracias a Dios, ha florecido y multiplicado sus frutos en los últimos años, se ha negado a acceder a un pedido que cree infundado y que es resultado de un procedimiento indefinido y súbito. Sin embargo, por obediencia a la autoridad del Papa ha aceptado con serenidad y tranquilidad la decisión de ser removido del cargo.

          A instancias del Obispo saliente, la Diócesis de Ciudad del Este aguarda con alegría y esperanza al nuevo Pastor que la guiará hacia el Reino de los cielos, orando desde ya por quien deba asumir esta responsabilidad. María, Reina de la Paz, y san Blas, patronos de la Diócesis, protejan y guíen a todos en estas difíciles circunstancias. Cuando el Obispo sea notificado por escrito debidamente tendrán efectos legales las decisiones tomadas.


Jueves, 25 de Septiembre de 2014 13:59
Cardenal Marc Ouellet
Prefecto de la Congregación para los Obispos
Palazzo della Congregazioni,
Piazza Pio XII, 10,
00193 Roma, Italia
25 de septiembre de 2014
Eminencia Reverendísima:
Le agradezco la cordialidad con que me recibió el lunes 22 y el martes 23 de este mes en el Dicasterio que preside. Igualmente, la comunicación por teléfono que me ha hecho hace unos momentos de la decisión del Papa de declarar a la Diócesis de Ciudad del Este sede vacante y de nombrar a Mons. Ricardo Valenzuela como Administrador Apostólico.
Tengo entendido que el Nuncio, prácticamente en simultáneo con el anuncio que Su Eminencia me acaba de dar, ha realizado una conferencia de prensa en el Paraguay y ya se dirige hacia la Diócesis para tomar control inmediato de la misma. El anuncio público por parte del Nuncio antes de que yo sea notificado por escrito del decreto es una irregularidad más en este anómalo proceso. La intervención fulminante de la Diócesis puede quizás deberse al temor de que la mayoría del pueblo fiel reaccione negativamente ante la decisión tomada, ya que han manifiestado abiertamente su apoyo a mi persona y gestión durante la Visita Apostólica. En este sentido recuerdo las palabras de despedida del Cardenal Santos y Abril: «espero que reciban las decisiones de Roma con la misma apertura y docilidad con que me han recibido a mí». ¿Estaba indicando que el curso de acción estaba ya decidido antes de los informes finales y el examen del Santo Padre? En cualquier caso, no hay que temer rebeldía alguna.Los fieles han sido formados en la disciplina de la Iglesia y saben obedecer a las autoridades legítimas.
Las conversaciones que hemos mantenido y, aparentemente ya que no los he visto, los documentos oficiales, dan por justificación para tan grave decisión la tensión en la comunión eclesial entre los Obispos del Paraguay y mi persona y Diócesis: «no estamos en comunión», habría declarado el Nuncio en su conferencia.
Por mi parte, creo haber demostrado que los ataques y maniobras destituyentes de la que he sido objeto se iniciaron ya desde mi nombramiento como Obispo, antes incluso de que pudiera poner un pie en la Diócesis –hay correspondencia de la época entre los Obispos del Paraguay con el Dicasterio que Su Eminencia preside como prueba fehaciente de ello. Mi caso no ha sido el único en el que una Conferencia Episcopal se ha opuesto sistemáticamente a un nombramiento hecho por el Papa contra su parecer. Yo tuve la gracia de que, en mi caso, los Papas san Juan Pablo II y Benedicto XVI me apoyaran para seguir adelante. Entiendo ahora que el Papa Francisco haya decidido retirarme ese apoyo.
Sólo quiero destacar que no recibí en ningún momento un informe escrito sobre la Visita Apostólica y, por consiguiente, tampoco he podido responder debidamente a él. A pesar de tanto discurso sobre diálogo, misericordia, apertura, descentralización y respeto por la autoridad de las Iglesias locales, tampoco he tenido oportunidad de hablar con el Papa Francisco, ni siquiera para aclararle alguna duda o preocupación. Consecuentemente, no pude recibir ninguna corrección paternal –o fraternal, como se prefiera– de su parte. Sin ánimo de quejas inútiles, tal proceder sin formalidades, de manera indefinida y súbita, no parece muy justa, ni da lugar a una legítima defensa, ni a la corrección adecuada de posibles errores. Sólo he recibido presiones orales para renunciar.
Que mis opositores y la prensa local hayan recientemente estado informando en los medios, no de lo que había pasado, sino de lo que iba a suceder, incluso en los más mínimos detalles, es sin duda otro indicador de que algunas altas autoridades en el Vaticano, el Nuncio Apostólico y algunos Obispos del país estaban maniobrando de forma orquestada y dando filtraciones irresponsables para «orientar» el curso de acción y la opinión pública.
Como hijo obediente de la Iglesia, acepto, sin embargo, esta decisión por más que la considero infundada y arbitraria y de la que el Papa tendrá que dar cuentas a Dios, ya que no a mí. Más allá de los muchos errores humanos que haya cometido, y por los cuales desde ya pido perdón a Dios y a quienes hayan sufrido por ello, afirmo una vez más ante quien quiera escucharlo que la substancia del caso ha sido una oposición y persecución ideológica.
La verdadera unidad eclesial es la que se edifica a partir de la Eucaristía y el respeto, observancia y obediencia a la fe de la Iglesia enseñada normativamente por el Magisterio, articulada en la disciplina eclesial y vivida en la liturgia. Ahora, empero, se busca imponer una unidad basada, no sobre la ley divina, sino sobre acuerdos humanos y el mantenimiento del statu quo. En el Paraguay, concretamente, sobre la deficiente formación de un único Seminario Nacional –deficiencias señaladas no por mí, sino autoritativamente por la Congregación para la Educación Católica en carta a los Obispos de 2008. En contraposición, y sin criticar lo que hacían otros Obispos, aunque hay materia de sobra, yo me aboqué a establecer un Seminario diocesano según las normas de la Iglesia. Lo hice, además, no sólo porque tengo el deber y el derecho, reconocido por las leyes generales de la Iglesia, sino con la aprobación específica de la Santa Sede, inequívocamente ratificada durante la última visita ad limina de 2008.
Nuestro Seminario diocesano ha dado excelentes frutos reconocidos por recientes cartas laudatorias de la Santa Sede en al menos tres oportunidades durante el pontificado anterior, por los Obispos que nos han visitado y, últimamente, por los Visitadores Apostólicos. Toda sugerencia hecha por la Santa Sede en relación a mejoras sobre el modo de llevar adelante el Seminario, se han cumplido fielmente.
El otro criterio de unidad eclesiástica es la convivencia acrítica entre nosotros basada en la uniformidad de acción y pensamiento, lo que excluye el disentimiento por defensa de la verdad y la legítima variedad de dones y carismas. A esta uniformidad ideológica se la impone con el eufemismo de «colegialidad».
El que sufre las últimas consecuencias de lo que describo es el pueblo fiel, ya que las Iglesias particulares se mantienen en estado de letargo, con gran éxodo a otras denominaciones, casi sin vocaciones sacerdotales o religiosas, y con pocas esperanzas de un dinamismo auténtico y un crecimiento perdurable.
El verdadero problema de la Iglesia en el Paraguay es la crisis de fe y de vida moral que una mala formación del clero ha ido perpetuando, junto con la negligencia de los Pastores. Lugo no es sino un signo de los tiempos de esta problemática reducción de la vida de la fe a las ideologías de moda y al relajamiento cómplice de la vida y disciplina del clero. Como ya he dicho, no me ha sido dado conocer el informe del Cardenal Santos y Abril sobre la Visita Apostólica. Pero si fuera su opinión que el problema de la Iglesia en el Paraguay es un problema de sacristía que se resuelve cambiando al sacristán, estaría profunda y trágimente equivocado.
La oposicion a toda renovación y cambio en la Iglesia en el Paraguay no sólo ha contado con Obispos, sino también con el apoyo de grupos políticos y asociaciones anti-católicas, además del apoyo de algunos religiosos de la Conferencia de Religiosos del Paraguay –los que conocen la crisis de la vida religiosa a nivel mundial no se sorprenderán de esto último. El vocero pagado y reiteradamente mentiroso para tales maniobras ha sido siempre un tal Javier Miranda. Todo esto se hizo con la pretensión de mostrar «divisón» dentro de la misma Iglesia diocesana. Aunque la verdad demostrada y probada es la amplia aceptación entre el laicado de la labor que veníamos haciendo.
Del mismo modo que, antes de aceptar mi nombramiento como Obispo, me creí en la obligación de expresar vivamente mi sentimiento de incapacidad ante tamaña responsabilidad, después de haber aceptado dicha carga, con todo el peso de la autoridad divina y de los derechos y deberes que me asisten, he mantenido la gravísima responsabilidad moral de obedecer a Dios antes que a los hombres. Por eso me he negado a renunciar por propia iniciativa, queriendo así dar testimonio hasta el final de la verdad y la libertad espiritual que un Pastor debe tener. Tarea que espero continuar ahora desde mi nueva situación de servicio en la Iglesia.
La Diócesis de Ciudad del Este es un caso a considerar que ha crecido y multiplicado sus frutos en todos los aspectos de la vida eclesial, para felicidad del pueblo fiel y devoto que busca las fuentes de la fe y de la vida espiritual, y no ideologías politizadas y diluídas creencias que se acomodan a las opiniones reinantes. Ese pueblo expresó abierta y públicamente su apoyo a la labor apostólica que hemos venido haciendo. El pueblo y yo hemos sido desoídos.
Suyo afectísimo en Cristo,

+ Rogelio Livieres
Ex obispo de Ciudad del Este (Paraguay)